domingo, 21 de octubre de 2012

Películas imaginarias




Empecemos con un pequeño spoiler. ¿Qué es lo mejor de Eva? ¿Qué significa ese título que, a primera vista, recuerda tanto a Lo mejor de mí (2007), la ópera prima de Roser Aguilar? ¿A qué se referirán los creadores de la película con ello? La respuesta la encontramos en los minutos finales, pero es una voz en off la que nos lo confiesa de forma literal. Lo mejor de Eva es, ni más ni menos, "la vida que nunca tuvo", es decir, el personaje que nunca fue, la película que podría haber sido, la que nunca llegó a rodarse; lo mejor de Eva es algo que no vemos ni veremos. Lo mejor de Eva no es más que un guantazo de Barroso en la cara del desdichado espectador.

Mucho peor. Resulta que es cierto, que la mayor cualidad de una película como Lo mejor de Eva (2012) es el surtido de películas, de historias, de relatos que podría haber sido y que, al final, no fue. Porque, a fin de cuentas, ¿qué nos quiere contar Barroso con esta trama de asesinato y corrupción? Seguramente algo sobre las consecuencias de una educación represiva, de una sociedad hipócrita donde solo unos pocos privilegiados tienen el derecho a liberar sus instintos de forma impune. Lo dejo como una propuesta personal, tan válida como cualquier otra, porque sería mucho más fácil citar las palabras con que abre y cierra el narrador y que nos describen, de forma explícita, los sentimientos y frustraciones de la protagonista: una jueza instruida por su padre desde que era niña para juzgar, decidir, dividir a las personas entre inocentes y culpables. Eso, al menos, nos dice ella.


Desconozco quién es el guionista Alejandro Hernández, pero ninguna de las películas que le he visto me han convencido. Ni Hormigas en la boca (2005), el intento más ambicioso de Mariano Barroso y, en gran medida, el más fallido, ni Malas temporadas (2005), la peor película de Martín Cuenca. Su influencia en Lo mejor de Eva debe de ser determinante, pues Barroso ha demostrado ser un gran director cuando ha tenido al lado a Juan Cavestany, a Joaquín Oristrell o a Luis Marías. En esta, su peor obra, se les ha olvidado esconder las hechuras del trabajo con una dejadez impropia de guionistas expertos. Por ejemplo con la figura de la hermana de Eva, que aparece como intermedio del relato criminal con una regularidad, y unas frases de apuntador, más que sospechosas, siempre para escuchar a la jueza o para decirle lo que debe o no debe hacer. Desde ahí lo demás es disparate.


Parece que fue un espejismo el éxito de dos obreros como Daniel Monzón y Enrique Urbizu en los Premios Goya de 2010 y 2012, respectivamente. En el cine español sigue sin haber espacio para los buenos artesanos. Antonio Hernández acaba de rodar El capitán Trueno (2012), ahí lo dejo. Grupo 7 (2012), de Alberto Rodríguez, el mejor thriller español de la temporada, no se hubiera rodado sin la participación de Mario Casas, el ídolo juvenil de moda y de intratable dicción. En cuanto a Lo mejor de Eva, si ha logrado cerrar su presupuesto, ha sido rindiéndose ante el famoso “Duque” como protagonista, cuyo trabajo de personaje es tan terrible cuando se propone interpretar “en serio” como terrible cuando muestra músculo y sonrisa de gimnasio a una impertérrita -por perdida- Leonor Watling.


En fin, que es una pena escribir sobre películas fallidas, pero es más triste ver a un cineasta interesante rodar una obra de este palo: aséptica, fría, inútil, demasiado madura para adolescentes y demasiado superficial para adultos. Lo mejor de Eva es la vida que nunca tuvo. Estos son los restos.

Lo mejor de Eva. Director: Mariano Barroso. Guionistas: Alejandro Hernández y Mariano Barroso. Intérpretes: Leonor Watling, Miguel Ángel Silvestre, Nathalie Poza, Adriana Ugarte. 93 minutos. España, 2012. 

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