domingo, 14 de octubre de 2012

Aliens de suburbio





Algo se mueve en los suburbios de las grandes capitales europeas. Primero fueron las revueltas parisinas de 2005, cuyo espíritu había capturado con maestría Michael Haneke en la inquietante Caché (2005). Luego llegaron los disturbios de Londres, hace ahora poco más de un año, en julio de 2011. Su profeta, en este caso, había sido Attack the block (Joe Cornish, 2011), una película de serie b sobre invasiones alienígenas estrenada cuatro meses antes del conflicto. En ella, una banda de delincuentes juveniles debe enfrentarse a unos peligrosos aliens que atacan su barrio durante la noche. Algo así como el corredor de fondo de Tony Richardson cruzado con Luc Besson. Los amigos de Trainspotting (Danny Boyle, 1996) con la inocente pandilla de Los Goonies (Richard Donner, 1985). 

Puede que Joe Cornish haya encontrado la fórmula de combinar dos géneros irreconciliables como el cine social y el de espectáculo. Al menos, se ha propuesto que las ansias de ganar dinero no impidan la denuncia sobre los que carecen de él. Que los parias asuman el protagonismo de la acción. Que una producción con efectos especiales, de carácter marcadamente internacional, evidencie las presiones que persiguen diariamente a los jóvenes de extrarradio. El cine, al fin y al cabo, es un hacedor de iconos con un potencial mayor del que puede controlar. La tarea del director-contrabandista, así como lo definía Martin Scorsese en Un viaje personal a través del cine norteamericano (1995), ha sido siempre la de inocular en proyectos inocuos la savia de un discurso subversivo. Attack the block lo consigue, pero a través de las peores herramientas del cine al que intenta combatir, el cine al que pertenece.


Su punto más flojo, sin duda, es la manera en que Cornish explicita el tema de la película en un monólogo del protagonista. En el cine comercial se da por hecho que el público es un sujeto pasivo, inconsciente, y, por lo tanto, incapaz de comprender las sugerencias que se le ofrezcan. En vez de confiar en su obra, el guionista británico pone en palabras todas las ideas que rondan su argumento: la violencia estatal, la marginación, la represión policial, el uso de elementos corruptores. Su discurso nunca escapa del plano más obvio, y las escenas íntimas se vuelven tan previsibles como engorrosas. Dada la ausencia de profundidad psicológica mejor correr, luchar, orquestar persecuciones y recurrir al mito del héroe violento y redentor tan explotado en videojuegos, cómics y películas de consumo diario por sus mismos personajes. No por casualidad, la tecnología del ocio fue el principal objetivo de los salteadores de Londres en 2011.

Si hay un matrimonio imposible de salvar es el del compromiso político y la virtualidad de la sociedad del espectáculo. Sencillamente porque el espectáculo funciona como membrana ensordecedora de los gritos que provienen de la calle. Un gran reto de nuestro tiempo es encontrar un equilibrio entre el consumo del ocio y el bienestar común, y Attack the block no termina de encontrarlo, pues pone en relación directa la toma de conciencia con una realidad desagradable y su resolución por medio de estrategias ficticias, tan ilusorias como grandilocuentes en la pantalla.

Quizás es que se trataba solo de entretener. En ese caso, lo ha conseguido.

Attack the block. Director y guionista: Joe Cornish. Intérpretes: John Boyega, Jodie Whittaker, Alex Esmail, Simon Howard. 80 minutos. Reino Unido, 2011. 


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