Algo
se mueve en los suburbios de las grandes capitales europeas. Primero fueron las
revueltas parisinas de 2005, cuyo espíritu había capturado con maestría Michael
Haneke en la inquietante Caché (2005). Luego llegaron los disturbios
de Londres, hace ahora poco más de un año, en julio de 2011. Su profeta, en
este caso, había sido Attack the block (Joe Cornish, 2011), una
película de serie b sobre invasiones alienígenas estrenada cuatro meses antes
del conflicto. En ella, una banda de delincuentes juveniles debe enfrentarse a
unos peligrosos aliens que atacan su barrio durante la noche. Algo así
como el corredor de fondo de Tony Richardson cruzado con Luc Besson. Los amigos
de Trainspotting (Danny Boyle, 1996) con la inocente pandilla de Los
Goonies (Richard Donner, 1985).
Puede
que Joe Cornish haya encontrado la fórmula de combinar dos géneros irreconciliables como el cine social y el de espectáculo. Al menos, se ha
propuesto que las ansias de ganar dinero no impidan la denuncia sobre los que
carecen de él. Que los parias asuman el protagonismo de la acción. Que una
producción con efectos especiales, de carácter marcadamente internacional,
evidencie las presiones que persiguen diariamente a los jóvenes de extrarradio.
El cine, al fin y al cabo, es un hacedor de iconos con un potencial mayor del
que puede controlar. La tarea del director-contrabandista, así como lo definía
Martin Scorsese en Un viaje personal a través del cine norteamericano
(1995), ha sido siempre la de inocular en proyectos inocuos la savia de un
discurso subversivo. Attack the block lo consigue, pero a través de
las peores herramientas del cine al que intenta combatir, el cine al que
pertenece.
Su punto más flojo, sin duda, es la manera en que Cornish explicita el tema de la
película en un monólogo del protagonista. En el cine comercial se da por hecho
que el público es un sujeto pasivo, inconsciente, y, por lo tanto, incapaz de
comprender las sugerencias que se le ofrezcan. En vez de confiar en su obra, el
guionista británico pone en palabras todas las ideas que rondan su argumento:
la violencia estatal, la marginación, la represión policial, el uso de
elementos corruptores. Su discurso nunca escapa del plano más obvio, y las
escenas íntimas se vuelven tan previsibles como engorrosas. Dada la ausencia de
profundidad psicológica mejor correr, luchar, orquestar persecuciones y
recurrir al mito del héroe violento y redentor tan explotado en videojuegos,
cómics y películas de consumo diario por sus mismos personajes. No por
casualidad, la tecnología del ocio fue el principal objetivo de los salteadores
de Londres en 2011.
Si
hay un matrimonio imposible de salvar es el del compromiso político y la
virtualidad de la sociedad del espectáculo. Sencillamente porque el espectáculo
funciona como membrana ensordecedora de los gritos que provienen de la calle.
Un gran reto de nuestro tiempo es encontrar un equilibrio entre el consumo del
ocio y el bienestar común, y Attack the block no termina de encontrarlo,
pues pone en relación directa la toma de conciencia con una realidad
desagradable y su resolución por medio de estrategias ficticias, tan ilusorias
como grandilocuentes en la pantalla.
Quizás
es que se trataba solo de entretener. En ese caso, lo ha conseguido.
Attack the block. Director y guionista: Joe Cornish. Intérpretes: John Boyega, Jodie Whittaker, Alex Esmail, Simon Howard. 80 minutos. Reino Unido, 2011.
Attack the block. Director y guionista: Joe Cornish. Intérpretes: John Boyega, Jodie Whittaker, Alex Esmail, Simon Howard. 80 minutos. Reino Unido, 2011.
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