artículo publicado originalmente el 9 de julio de 2012 (http://blogs.elcomercio.es/viajesaningunaparte/2012/07/09/anos-luz/)
La cueva de los sueños olvidados (2010) es un viaje por el espacio, un paseo por las estrellas, aunque parezca justamente lo contrario. El cineasta Werner Herzog se introduce en una profunda cueva de roca y escarba, araña, remueve la tierra hasta acariciar el insólito enigma del tiempo: una abstracción, un fantasma, un misterio de rotaciones planetarias en cuya red gira la Tierra y con ella el ser humano. Esta precisa semana en que parece haberse hallado el recóndito bosón de Higgs, concierne hablar de un documental donde el nacimiento de las primeras manifestaciones artísticas –las pinturas rupestres de Chauvet– se relaciona con las últimas tecnologías –el 3d estereoscópico– indagando la respuesta a eternas e idénticas preguntas.
La cueva de los sueños olvidados (2010) es un viaje por el espacio, un paseo por las estrellas, aunque parezca justamente lo contrario. El cineasta Werner Herzog se introduce en una profunda cueva de roca y escarba, araña, remueve la tierra hasta acariciar el insólito enigma del tiempo: una abstracción, un fantasma, un misterio de rotaciones planetarias en cuya red gira la Tierra y con ella el ser humano. Esta precisa semana en que parece haberse hallado el recóndito bosón de Higgs, concierne hablar de un documental donde el nacimiento de las primeras manifestaciones artísticas –las pinturas rupestres de Chauvet– se relaciona con las últimas tecnologías –el 3d estereoscópico– indagando la respuesta a eternas e idénticas preguntas.
Meses atrás decidía
abrir este blog con unas palabras de Werner Herzog que ya se han convertido en
eslogan recurrente de su cine: la búsqueda de lo trascendente, la imagen
esencial que nos eleva sobre lo cotidiano, que renueva nuestra mirada de
viajeros paralizados, confrontándonos a visiones espectrales, hipnóticas,
reveladoras de la naturaleza salvaje. Ese ha sido siempre su campo de
investigación, tanto en el cine de ficción como, sobre todo, en el cine
documental, donde Herzog ha encontrado un espacio libre para experimentar
formas, personajes y estructuras con frecuencia más sorprendentes que las
surgidas de su potente mundo creativo. La suma de estos proyectos a lo largo de
cuarenta años de carrera conforma una obra imprescindible dentro del cine
contemporáneo y de la cultura europea en general.
Al director alemán le
habrán interesado muchos aspectos de la oferta del Canal Arte para rodar la
cueva de Chauvet en Francia. Algunos de ellos serán técnicos, como la dificultad
de acceder con cámaras 3d a un espacio tan reducido y grabar en
relieve las pinturas de la cueva. No obstante,
la idea que prima y que se alza protagonista sobre el conjunto de la obra es el
descubrimiento de que, de un trazo a otro, tallados en apenas unos metros de
pared, existen miles de años de diferencia; una cifra incomprensible para
nuestra breve conciencia individual. En esa humilde roca, que fuera
infranqueable durante siglos, Herzog nos
muestra un mapa temporal que rompe las medidas de toda previsión, de todo
presupuesto. ¿Qué seríamos nosotros, espectadores, en la inmensidad de esa
pared? ¿Qué serían incluso los círculos seculares de aquella secuoya exhibida
por Hitchcock en su película Vértigo (1959)? ¿Qué huella dejará nuestra sociedad
en la Tierra una vez que hayamos desaparecido?
La cueva de los sueños olvidados es un viaje por el espacio, aunque aparente una inmersión subterránea. Pocas
experiencias pueden compararse al encuentro frontal con el tiempo que nos
ofrece Herzog en la cueva de Chauvet. Bajo su reino de años luz, las pinturas,
la película, todas las películas se revelan como simples manchas de humedad en
una pared. Por ello recurre a la ironía el cineasta alemán, destensando los
temas filosóficos con el retrato de eminentes científicos reducidos al papel de
aficionados. Y es que, como decía Charles Chaplin: “Todos somos aficionados.
La vida es tan corta que no da para más”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario