miércoles, 23 de enero de 2013

El latido del universo ("Bestias del sur salvaje")




La libertad humana ha de ser algo distinto a ese concepto individualista y romántico que rechaza las relaciones de dependencia entre entidades físicas simbolizadas por una cadena. Existen las cadenas de hierro forjado, atadas al tobillo para señalar una esclavitud social como la que ilustra estos días el cartel de Django unchained (Quentin Tarantino, 2012). Y esas deben ser rotas, desde luego. Existen, sin embargo, otras cadenas naturales de las que el ser humano forma parte y que nunca deberíamos olvidar como las que trata Bestias del sur salvaje (Beasts of the Southern wild, Beith Zeitlin, 2012), la película revelación del año. En palabras de la niña protagonista, “veo que soy una pequeña parte de un gran, gran universo y siento que así debe ser”. Algo se intuye en el film sobre la esclavitud social –ese muro construido para separar dos sociedades desiguales–, pero es la otra, la universal, de la que nos habla el discurso del cineasta. Quizás la crisis ecológica de nuestro planeta, quizás también la descompensación mundial, se deban en gran medida a que nuestra idea de libertad esté basada en la liberación de esas cadenas en lugar de la consciencia –satisfecha, sin rémoras– de pertenencia del ser humano a ellas. 


En los prolegómenos de la película, Hushpuppy merodea por el granero escuchando los latidos internos de una gallina, pues “todos los corazones laten y bombean y se hablan de formas que no entiendo”. El propósito de la niña será entonces el de encontrar durante su viaje el orden que rige ese universo caótico, cruel incluso, del que ella forma parte. Una madurez integrada en el seno de la naturaleza. Un reencuentro con la naturaleza salvaje que el cineasta nos hace sentir desde la corteza de sus imágenes ásperas, de prodigiosa vida nuclear. “El universo entero depende de que cada pieza encaje en su lugar” nos dirá más adelante. La integración del ser humano depende de su relación física con las cosas que le rodean, con sus ritmos y sus centros secretos que el cineasta atiende para nosotros, asumiendo la convivencia de la vida y la destrucción, del realismo exacerbado y sucio y de la fantasía arcaica que liga con la ciencia-ficción de tintes apocalípticos.

En Bestias del sur salvaje fondo y forma participan de un mismo espíritu, como partes de un todo superior. Cuando uno se refiere a la extrema originalidad de la película no se trata de una ruptura con modelos anteriores que esta haya superado. Bestias… es, por el contrario, un pastiche que alcanza la libertad creativa mediante la combinación de una miríada de referencias conjugadas por su puesta en escena. Nunca negando, sino afirmando las dependencias de su imaginario con los cuentos infantiles, la narrativa de Mark Twain, las leyendas del sur, el cine de catástrofes o el drama familiar, surge de todo ello una amalgama única, libre por madura, personal, valiente, voraz. En ocasiones, Zeitlin debe introducir su cámara más allá de la corrección -dentro de una olla hirviendo, en las entrañas de un animal- para captar texturas y sensaciones que reconcilien su discurso con las partículas que lo forman. Su película propone así un realismo mágico que atiende primeramente al realismo entendido como descripción de ambientes y superficies tales como el poblado chabolista de la “bañera”, la vida en el río –inevitable evocación del Mississippi de Twain–, la calidez estridente del prostíbulo o ese hospital en que los personajes son desposeídos de su identidad, esta vez sí, como seres que se saben libres.

El año pasado fueron a coincidir en cartelera un cúmulo de películas que especulaban un hipotético fin del mundo, algunas de cineastas importantes como Lars Von Trier, Abel Ferrara o Jeff Nichols. Bestias del sur salvaje también participa de esa temática aunque rehúye la desesperación propia de unos personajes burgueses y educados en la cultura del pecado y el castigo divinos. La particular comunidad de seres –humanos y animales– que habitan la “bañera”, al sur de la gran barrera delimitadora, ejemplifican, por el contrario, la idiosincrasia de una cultura basada en la adaptación constante a las rotaciones de ese mundo que sienten como un cuerpo próximo. Mientras su trama, sus comportamientos, sus imágenes pueden resultar desoladoras –en el fondo, narra la historia de una niña y su padre enfermo–, su mensaje se eleva al final en voz reconfortante pues, sin levantar la vista del horizonte que divisan los personajes, Zeitlin dirige sus conflictos hacia la adquisición de una fuerza interior, inmanente al individuo, que se endurece y sobrevive a las catástrofes para seguir –inevitable recuerdo del Katrina y Nueva Orleans– sin miedo hacia adelante, adonde lleguen los caminos imprevisibles del sur salvaje.

Beasts of the Southern wild. Director: Behn Zeitlin. Guionista: Behn Zeitlin y Lucy Alibar, según la obra de esta. Intérpretes: Quvenzhané Wallis, Dwight Henry, Levy Easterly, Lowell Landes, Pamela Harper, Gina Montana. 91 minutos. Estados Unidos, 2012. 

1 comentario:

  1. Extraordinario debut, Bestias del sur salvaje, un territorio real más poderoso que el más allá imaginado: bestias, entre las que se encuentra el hombre, de la mano de la naturaleza. ¡No os la perdáis!

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