sábado, 26 de enero de 2013

Apostar sobre seguro ("El lado bueno de las cosas")




David O. Russell siempre ha poseído un desconcertante sentido del humor que se le pudo aceptar en la sátira bélica Tres reyes (Three kings, 1999) pero que rebosó los límites de lo admisible por Hollywood en Extrañas coincidencias (I Heart Huckabees, 2004), aquella comedia sobre detectives existenciales que apenas recaudó el coste de su realización. Entre esta y la siguiente The fighter (2010) se sucedieron para él seis años de silencio con una película frustrada por en medio: otra comedia extravagante con el título Nailed y que, según se dice, nunca llegaremos a ver por discrepancias con los productores. Por aquel entonces Russell había tocado fondo para la industria y, por lo tanto, era comprensible que aceptara realizar un biopic con tema pugilístico para salvar su carrera. El movimiento estratégico salió bien –la película se haría con dos Oscars a interpretaciones de reparto– y mejor aún ha salido su siguiente maniobra en El lado bueno de las cosas (Silver linings playbook, 2012), nominada de nuevo a numerosos premios de la Academia.

No se puede decir, sin embargo, que el cine de David O. Russell haya vuelto a la normalidad anterior a 2004 a pesar de que en esta recobra -sutilmente, de fondo- cierto humor satírico muy reconocible. Quizás en su próximo film intente retornar a historias más personales o quizás esta sea la evolución lógica de su filmografía. Lo cierto es que El lado bueno de las cosas no deja de ser, en esencia, la misma película que The fighter, disfrazada en este caso de comedia romántica. Los combates de boxeo de aquella son transmutados por un concurso de baile. La figura de la madre sobreprotectora cambia por la del padre maniático y violento. Un personaje es tímido e inseguro mientras el otro acusa una bipolaridad sin diagnosticar. Sus guiones poseen idéntica estructura: ambas narran la lucha de un personaje por superar las patologías surgidas de un ambiente familiar disfuncional por medio de una actividad a la larga beneficiosa.

Es una lástima que en 2010 olvidara escribir la crítica sobre The fighter, ya que ahora podríamos haberla puesto en relación con esta. La primera mitad de ambas es, de nuevo, la más interesante en su retrato de un núcleo familiar del que surgen tensiones derivadas en violencia y autodestrucción. Cuando Pat regresa a casa del sanatorio, en la pared del recibidor ve colgado el retrato de su hermano mayor mientras el suyo asoma detrás de un florero, escondido a la mirada curiosa de las visitas. Si la relación desigual entre hermanos se intuye como una causa de incomodidad, aquí está resuelta de manera fugaz para dar protagonismo a la figura del padre, de quien emerge la violencia en el hogar de la familia Solitario. Comparte Pat con el boxeador Mickey O’Keefe su carácter de perdedor resignado y así mismo compartirá la solución a ello: la aparición en sus vidas de una bella mujer que le da la confianza para salir adelante. La película se titula El lado bueno de las cosas y por ello la rabia de ese ambiente no se concentrará en un adversario físico sino en su transformación en movimiento a través de la danza.

The fighter acusaba demasiado en su desarrollo la dependencia de los hechos reales, pues era sabido por todos que el personaje ganaría su combate y se haría con el título de campeón. De repente, los problemas con su familia desaparecían y el discurso trágico se convertía en optimismo inexplicable: aquel núcleo familiar que originaba sus conflictos podía cambiar, de la misma forma que él, para alcanzar entre todos una felicidad compartida. Exactamente lo mismo ocurre en esta nueva película, pues otra vez las rigideces personales lograrán dirigirse hacia un reto –con hora y lugar convenidos– en el que dirimir para siempre sus disputas. Puesto que El lado bueno de las cosas está propuesta desde el ángulo de la comedia –a pesar de los tintes dramáticos que asoman en su primer tercio–, el cambio de perspectiva del film debe aceptarse con menos inconvenientes que en la otra. Su desenlace no es, en absoluto, menos obvio que aquel. Sin embargo, la ligereza con que se nos presenta sí se consiente menor autoridad moral. El protagonista debe afrontar la vida con optimismo si quiere superar su enfermedad mental. Si el espectador pretende participar de la película debe cumplir a su vez con las reglas del género y disfrutar así de la utopía regeneradora que propone. Basta con atender al curso que sigue el personaje de Ronnie, el amigo de Pat cuyos instintos agresivos –causados por la presión de la vida familiar– se evaporan en el aire con extraordinaria facilidad.

En cierto modo, El lado bueno de las cosas podría haber sido una sátira perversa de la clase media norteamericana. Otra American beauty (Sam Mendes, 1999), por ejemplo. No me cabe duda que el humor y el talento de David O. Russell conspirarían en secreto hacia esa dirección. Por ello el film alcanza un vínculo tan satisfactorio con todo tipo de espectadores, porque en su mansa aceptación de lo convencional se intuye una voluntariedad que a veces el cineasta comparte con nosotros. A lo largo de su proceso de recuperación, Pat desecha leer obras maestras como Adiós a las armas debido a sus finales dramáticos. Cuando es invitado a una cena entre amigos elige ponerse la camiseta de su héroe deportivo, ya que esta le hace sentir más seguro ante los demás. Paso a paso, el film abandona su escepticismo y abraza de esa manera el mensaje bienintencionado que justifica su realización. En favor del cineasta hay que reconocer una espectacular dirección de actores –De Niro, de nuevo, actúa–, un estilo de notable vitalidad y unos fantásticos diálogos. Russell utiliza la banda sonora sin apabullar al espectador. Sabe sacar partido de todos los secundarios –son geniales, por ejemplo, los padres de Tiffany o el psicólogo forofo del fútbol–. Consigue que cada escena tenga un vigoroso ritmo interno. Y factura, en definitiva, un producto modélico que empieza en un sanatorio mental y termina en un travelling circular entre luces navideñas. Un regalo de cumpleaños.

Silver linings playbook. Director: David O. Russell. Guionista: David O. Russell, basado en la novela de Matthew Quick. Intérpretes: Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Robert de Niro, Jacki Weaver, Chris Tucker. 120 minutos. Estados Unidos, 2012. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario