Cito al veterano Jonas
Mekas cuando afirmaba el año pasado, en La Casa Encendida de Madrid, que el
cine había muerto como forma artística, como material de trabajo ya solo
nostálgico y anacrónico para unos pocos. Las palabras “cine”, “rodar”, “filmar”
o “película” debían ser censuradas. De nada sirven las precauciones
institucionales, los miedos, las reservas. La realidad nos dice que estamos en
un cruce de caminos donde desaparece un género de expresión tradicional y surge
un espacio nuevo, todavía caótico, peligroso justamente por su ausencia de
límites: el llamado “audiovisual”.
Pretendemos en este blog abrir un breve espacio en el que comentar, discutir y reflexionar sobre las manifestaciones artísticas del que sigue siendo “el séptimo arte”, el más vivo de todos porque aún está en plena transformación hacia nuevos horizontes creativos
Pretendemos en este blog abrir un breve espacio en el que comentar, discutir y reflexionar sobre las manifestaciones artísticas del que sigue siendo “el séptimo arte”, el más vivo de todos porque aún está en plena transformación hacia nuevos horizontes creativos
Su objetivo, sin embargo, debería ser siempre el mismo que definiera con bastante lucidez el alemán Wim Wenders en 1985. Sus palabras abren el documental Tokyo-ga en el que, cámara en mano, recorre el Japón de la modernidad en busca de huellas que le descifren la personalidad de Yasujiro Ozu, uno de los grandes cineastas del siglo. El cine tendría como “esencia y función ofrecer una imagen del hombre de nuestro siglo, una imagen útil, verdadera y una imagen válida en la que no solo se pueda reconocer, sino que aprenda, además, algo de sí mismo”.
Durante ese viaje
cinematográfico –ese sí que lo es–, sin ruta marcada, en plena búsqueda de un
secreto borroso, Wenders se encuentra con Werner Herzog en el piso alto de una
torre de Tokio. El gran director alemán contempla el paisaje urbano con ojos
profundos y comenta que “ahora quedan pocas imágenes, (…) las imágenes ya no
son posibles. Hoy hay muy pocas personas en este mundo que luchan por la
necesidad de imágenes adecuadas. Tenemos una gran necesidad de imágenes que
estén en armonía con nuestra civilización y nuestra intimidad más profunda”.
Aunque Wenders discrepa
de Herzog, y opina que cualquier imagen se tornará pura mediante su atenta
contemplación, estas palabras son el punto de partida idóneo para nuestro blog.
Busquemos pues esas imágenes adecuadas para hoy y para ahora. Quizás sean las
grabaciones en vídeo de Jonas Mekas, alegres e intuitivas; las indagaciones realistas
de Wenders, siempre en “falso movimiento”; los silencios y las miradas en la
poesía cotidiana de Ozu o las ambiciosas, puras, transparentes e insólitas
imágenes de Herzog, quien “iría a Marte o a Saturno si una nave especial le
llevara” para encontrar esos planos significativos que nos descubran, que
nos revelen, al fin, quiénes somos y a dónde vamos. Para eso se hacen las
películas ¿o no es así?
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