miércoles, 6 de febrero de 2013

Ritos de sangre ("The cabin in the woods")



Oscar Wilde dijo una vez que “si quieres decir la verdad a la gente, hazles reír. De otra forma, te matarán”. Aquellas palabras tan certeras me han venido al recuerdo viendo la película de terror The cabin in the woods (Drew Goddard, 2011), que es una buena muestra de la multiplicidad de formas en que puede ser emitido un mismo mensaje. Si aisláramos su contenido desflorado del contexto general, la película supone un lúcido toque de atención hacia los estereotipos superficiales que pretenden retratar a los jóvenes en el género de terror: el capitán del equipo de rugby, el intelectual, la animadora descocada, la chica tímida, el fumeta… En el film de Drew Goddard –en gran medida bajo la responsabilidad de Joss Whedon–, sus personajes resultan ser, en realidad, esclavos de una empresa que manipula y simplifica sus caracteres para adaptarlos al tópico previsto. Al igual que comentábamos hace unos meses en la crítica de Tengo ganas de ti (Fernando González Molina, 2012), la industria del cine parece congratularse al describir a la juventud como irresponsable, ignorante o violenta, y no por una consecuencia posmoderna, sino ya desde los años cincuenta en el género de profesores con alumnos problemáticos.

The cabin in the woods podría haber sido entonces un ejercicio de responsabilidad sobre los cánones del género. Pero ¿qué necesidad había de ponerse tan serios? En lugar de eso, la película adquiere la forma de una delirante parábola de terror que, a base de giros surrealistas, deconstruye sus esquemas narrativos y los reinscribe en la paranoia conspiratoria. Su trama podría ser la idea loca de un guionista en su día libre o la ocurrencia de dos amigos viendo un maratón de slashers de instituto. Durante la primera media hora, el film nos ofrece un paseo por las escenas recurrentes del género sin que falte ninguna de ellas. Semejante fidelidad, sin embargo, va a causar de forma progresiva varias resquebrajaduras en el molde que nos sugieren una verdad soterrada. La segunda parte del film agrandará estas grietas en un viaje magistral convertido en museo viviente del horror, donde todos los villanos del género se reúnen para conformar un homenaje, o una invectiva, a su historia común.

Es igual que la película caiga en manos de un espectador hostil al género que de un seguidor enfervorecido –que, por supuesto, la disfrutará mucho más–. The cabin in the woods está diseñada para cualquier tipo de público pues, desde el mismo punto de vista, conviven sin inmutarse su crítica con su admiración incondicional. Hace visible, por ejemplo, la perspectiva moralista en cuanto a temas sexuales que ha tornado recurrente el asesinato de la chica más liberada en primer lugar. Desde el Halloween (1978) de John Carpenter se ha hecho imprescindible que muera además de una forma sangrienta como, efectivamente, cumpliendo un rito de sangre a una deidad mayor. Sin embargo, nadie podrá negar que esa recurrencia al sacrificio debe significar algo más profundo en el inconsciente del público. La relación entre sexo y muerte, la satisfacción que produce el castigo que sufren esos jóvenes desenfrenados, algo nos tendrán que decir sobre nuestros patrones culturales –y sobre nuestros deseos ocultos, desde luego–.

Se une, pues, The cabin in the woods a una serie de películas que, en los últimos años, han revisado el género de terror para evidenciar sus estereotipos. Grindhouse (Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, 2007) o Rubber (Quentin Dupieux, 2010) son dos casos gemelos que no prolongan el género en ninguna dirección. Al contrario, dinamitan sus claves con la tela común del disparate insaciable, la autoconsciencia, el manierismo que anuncia un cambio inminente dentro de la industria. Comparada con ellas, la película de Drew Goddard sería la más desvergonzada por la cantidad de giros argumentales que transforman de forma incesante las reglas de su juego. Sería lógico que los productores confirmaran una secuela –a día de hoy no está descartado– pero se antoja difícil superar en su propio terreno a un divertimento rodado, además, con semejante habilidad y poderío. Sin duda, la película de culto del pasado año. 

The cabin in the woods. Director: Drew Goddard. Guionistas: Joss Whedon y Drew Goddard. Intérpretes: Kristen Connolly, Chris Hemsworth, Frank Kranz, Richard Jenkins, Bradley Whitford, Jesse Williams. 105 minutos. Estados Unidos, 2011. 

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